Tras un periodo de inactividad, Silvia Gargantini (nieta de uno de los fundadores) y Alejandro Genoud (su marido) decidieron revivir la historia familiar. Esta vez como bodega boutique, con pequeñas producciones y vinos de alta gama. La primera botella de esta segunda fase del proyecto data de 2004.
El lugar está ubicado a 10 km de la ciudad, en la región de Chacras de Coria. La visita es un breve paseo por la historia, en el que destacan las antiguas piletas de hormigón, ahora convertida en una cava subterránea, donde los vinos realizan su proceso de crianza en botellas y barricas de roble.
La experiencia de la cata merece mucho la pena. Son 4 vinos maridados con aperitivos, lo que ayuda mucho a imaginar el tipo de plato ideal para cada uno de ellos.
▪ Cavas de Crianza Rosé + manzana verde con frutilla y chocolate blanco
▪ Ereditá Blend 2018 (Malbec, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot e Merlot) + mousse de chocolate y pimiento rojo
▪ Gran Estirpe Cabernet 2018 + pan de nueces con pasta de berenjena ahumada
▪ Memorias de Ida Malbec 2017 + brie y jamón crudo.
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Me encantó el rosado, frescura y acidez perfectas. El Ereditá me pareció áspero, taninos muy duros. El Gran Estirpe es equilibrado, complejo, elegante: ideal para regalar, o para llevar a una cena con amigos. Memorias de Ida, en cambio, es el tipo de vino que conviene maridar con el tiempo: abrirlo a media tarde de un domingo y beberlo despacio hasta la hora de cenar. Comprobar cómo cambia y se abre, sin saltarse pasos.
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